miércoles, 23 de febrero de 2011

Another way of seeing life

Inexorablemente esta canción suena en mi cabeza, una y otra vez. Cuando algo nos cala tan fulminantemente, cuando es una canción, los días pasan como un fotograma, aunque las fotos se tiñan de gris, incluso es fascinante. Porque que una canción revolotee p
or tu mente, lenta, pausada, como las gotas de un grifo mal cerrado, es a veces la única forma de dejarse llevar entre el tiempo, de olvidarse del resto, de pasar entre la gente como si fueran siluetas de cartón, de caminar a unos metros sobre el suelo. Elevarse.
Es una sensación, más que de alivio, de liberación, dejar todo el peso acumulado en el suelo, y caminar sobre él. Es caminar por la playa sin pisar la arena, y rozar la espuma de las olas con la punta de los dedos. Es visitar el horizonte, y perder la orientación. Es una sensación de calma, de tranquilidad, de paz.
La música nos eleva a lugares que solo nosotros somos capaces de concebir, pero no solo el oído es capaz de transmitirnos la belleza del exterior.
¿Y sino pudiésemos admirar la magnificencia de aquello que no podemos oír? ¿Te has parado a pensar alguna vez en el poder de unos ojos? Y cuando digo de unos ojos, no hablo precisamente de ojos, sino de miradas. Después de la música, el poder de u
na mirad
a, a mi parecer, es uno de los más devastadores. Tú corazó
n se puede congelar frente a una de ellas, o arder con vehemencia, para los restos. He podido
sentir el frío de unos ojos que queman, he podido sentir todo y nada a la vez, y rendirme ante ellos para evitar cruzármelos a toda costa. A algunos incluso he llegado a temerles sin sentir miedo más que de coincidir en su dirección y no poder apartarme de ellos en una vida entera.
Una mirada, una simple y maltrecha mirada, es capaz de besarte, de decírtelo de todo y de ser ignorada. De sumergirte en la paz y de llevarte a
los mismísimos infiernos. Es capaz de necesitarte y evitarte una y otra vez, durante toda la eternidad.

miércoles, 16 de febrero de 2011

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Esta mañana vuelve a amanecer de gris, el gris que caracteriza a los días de verdad.
Da la sensación de que son las siete de la mañana, pero el despertador y yo hemos tenido una pequeña escaramuza por esa sensación, al final mis pies han tocado el suelo a las diez.
En la cocina, costumbre. Todo está revuelto y teñida de ayer. Saco mi taza del armario, en realidad, no hace demasiado frío hoy, pero necesito algo caliente para terminar de despertar.
Mis ojos por fin se abren paso a la realidad, me observo un rato en el espejo, mi cara no dice precisamente buenos días, ojos agachados y negros. Un poco de agua. Mejor.
El microondas suena desenfrenado, algún día silenciaré a ese trasto. Es una tortura matutina.
Este chirriante dolor de cabeza se levanta conmigo sospechosamente estos días. Hoy, parece darme una pequeña tregua, será porque un día gris resulta más reconfortante que los molestos rayos del sol.
Gris. Aunque el sol ha acabado saliendo el ambiente seguía gris, pero un gris estabilidad, no un gris apagado, mi gris.
Sin embargo, la vacuidad de los días también pesa, Up once, down twice. Hoy es un up, porque me encanta perderme en el misterio, y en la ignorancia de los hechos que circundan al mundo.
Out. Me vuelvo a perder. Lejos. Ajena. Nostalgia. No he ido desde hace bastante tiempo, pero a veces me gusta recordar el tiempo que he pasado sentada en esa esquina, de rocas y su barandilla de hierro, hojarasca y otoño por doquier. Y la hierba, la humedad, las nubes. La tranquilidad, y los sueños. Soñar despierta como solía hacerlo, sola. Acompañada de mis nubes, de mis rincones y de mis pesadillas de papel.
Pero el día se acaba una vez más, la arena termina de caer, y vuelta a empezar. Me pregunto si mañana me volveré a despertar con esa pequeña curiosidad, desde otro lugar, dejar de preocuparme por si el día será uno más o uno menos, de si necesitaré una taza caliente para arrancarme a los brazos de la vigilia o si el dichoso microondas y la jaqueca harán de mi mañana otra tortura matutina.
O... si volveré pronto a esos lugares que para mi eran la verdadera vía de escape al vacío mundanal.

martes, 8 de febrero de 2011

Way by moon II


Anoche la acera se hacía bajo mis pies.
Y la rutina, la de antes... Era el mismo camino de vuelta a casa, esta vez acompañada de la tristeza que caracteriza la faz de la luna. Entonces me acordé de una noche similar a esa, en uno de mis frecuentes déjà vu's...
Las calles se bamboleaban mientras avanzaba, no hacía demasiado frío, y la carretera cada vez era extrañamente más estrecha. Y volví a recordar. Volví a sentir la nostalgia por ella, casi un año desde nuestro último bis a bis. Sí, hace un año la luna estaba triste, siempre lo está, pero esa noche más de lo habitual, y subí hasta ella, mientras caminaba, y la consolé, la abracé y me transmitió su frío.
Y aun más extrañamente, yo esa noche no estaba triste, entonces la tristeza era más bien pasajera, no es que un año sea una eternidad, pero en esa brevedad, a mi vida le dio tiempo a cambiar lo bastante como para haber olvidado todo eso.
La luna y yo nos miramos como entonces, pero ya no llovió sobre mi, ni me ofrecí a recoger su llanto gris. En realidad, fue bonito aquello, infinitamente bonito, pero ahora ella seguía triste, como de costumbre, sin embargo, la lluvia ya no caía de arriba abajo, sino de abajo hacía arriba, la lluvia gris se desprendía de cada uno de mis poros y se elevaba hasta ella. Anoche fue ella entonces la que me vino a acunar, la que con su inamovible gesto triste, me abrió los brazos con agradable displicencia. Y los coches ya no se enardecían, ya no había "dulces tardes encerradas en amargas soledades". Ya no quedaba rastro de aquel día.
Entonces se hizo una noche blanca, una noche de París, de las bajas calles, de las del silencio y la soledad. Las que bajan hasta el Sena, donde los bancos están abarrotados de arrumacos y miles de historias aun por contar. Pero a esas horas ya no quedábamos nadie más aparte de nosotras dos, de su luz y de mi sombra.
Caminamos largo rato, mirándonos a los ojos sin mediar palabra. Para cuando quise darme cuenta, había perdido la noción de los instantes, de las sensaciones y del oneroso peso que desprendía mi lluvia gris. Había vuelto para responder por aquel día, para hacer conmigo lo que yo hice con ella.
Y se fue, sin percatarme de que me había vuelto a quedar sola ante la enormidad del mundo, mientras la acera se volvía a hacer bajo mis pies y el camino acababa de fenecer.

sábado, 5 de febrero de 2011

Purple tulips


Tulipanes morados. ¿Han visto alguna vez un tulipán morado?
Yo si, pero no parecen tulipanes, en realidad... quien sabe si en realidad vi tulipanes morados.
La felicidad a veces es como uno de esos.
El cielo, a veces se parece también a los tulipanes morados, ¿quién asegura que el cielo está ahí? Mis propios sentidos se están revelando contra mi, Descartes sabía muy bien que esto pasaría, y lo advirtió. Quizás no esté segura de haber tocado el cielo con la punta de los dedos, pero sé que ahora nadie puede negar la existencia de mis pies sobre el infierno. Ya te lo dije, el cielo es peligroso, debes temerle a él más que al infierno, al fin y al cabo el cielo es para los inocentes, y de esos hay bien pocos.
Pero no es eso por lo que he venido aquí. Realmente, vengo a hacerme una visita, a buscar entre los escombros para evaluar los daños, ya sabes, como hacen en las catástrofes.
-No sé, este lugar es muy raro, aquí hay muestras de reconstrucción, había algo nuevo, empezaba a ser primavera de nuevo.... pero... ¿tú que dices Micke?
-No sé, lo que si que puedo ver es que cuando parecía haber algún ápice de vida se vino abajo, como si un segundo invierno lo hubiese congelado todo de nuevo.
Ellos seguían discutiendo ahí arriba, en mi cabeza, dejé de escucharles un rato y me metí entre las sábanas. Y me di cuenta, de que no tenía sueño, pero que mientras pensaba, iba perdiendo la consciencia, pero seguía pensando, cosas que quizás no vienen al caso. Cuando parecía estar a punto de dormirme, volví a la realidad, no sé que me sacó del trance, porque pensaba que incluso ya estaba soñando, y en ese instante me di cuenta de que simplemente mi cerebro seguía maquinando Dios sabe que, y que si me hubiera dormido probablemente mi sueño hubiese sido la mera continuación de ese extraño hilo de pensamientos. Será por eso que dicen que soñamos normalmente con lo último que pensamos, pero a mi me resulta curioso, porque la gente normalmente apenas sueña, ¿será que todos se acuestan tan tranquilos sin pensar en nada más que en dormir y ya?
Esta noche no sé en que pensaré antes de dormir, y eso me preocupa, porque quizás si que lo sé, y eso también me asusta, pero... es posible que me acuerde de los tulipanes morados, pero también puede ser que para entonces ya se hayan marchitado.