miércoles, 21 de diciembre de 2011

Wounds

Mis heridas son como puñales desnudos al amanecer,
vacíos de sangre y llenos de polvo y principios de solsticio.
Son como el filo de una espada apunto de atravesarnos,
como el frío de los últimos segundos del último aliento.
Ávidas de tiempo ajeno y besos desbordados
de labios que desembocan en mares oscuros.
Límpidas y cortadas con las manecillas de un reloj
perfectas en su imperfección.
Y mis heridas, como el cielo
se ensanchan en el horizonte,
en el infinito suspiro de un anhelo.

martes, 20 de diciembre de 2011

We are bubbles


Se enmudecieron las aceras salpicadas del ruido del mundo. Nos enmudecieron. Alguien hizo clic en el mando de la televisión y el resto del mundo se apagó a la vez. Voy a cerrar los ojos y apretar bien fuerte mis pestañas. Voy a correr. A contracorriente.
Mientras el mundo siga parado, mientras el viento sea una utopía. Y el silencio más absoluto y aterrador una pura realidad.
Lo único que no se detiene en este caos es el sonido. La música viaja a velocidades intergalácticas intangibles y transparentes. Se mueve en frecuencias opuestas al mundo. Al insufrible caos de nuestros pensamientos.
El huracanado tiempo de los instantes forma una espiral de banalidad. Y observo como se lo traga todo, hasta mi alma. Hasta que se consume.
Entonces y solo entonces, cuando se ha acabado todo, ni siquiera queda un fundido en negro.
Somos burbujas, luz en frágiles pompas de extraño vacío, música y un increíble infinito de horas estáticas y segundos rotos.
Hasta que alguna burbuja se rompa y vuelva a hacer clic en el mando de la televisión.

jueves, 8 de diciembre de 2011

The shipwreck


Quizás deberían haber esperado un poco más antes de partir. Pero la tripulación tenía que embarcar y darse al mar tan pronto como fuese posible.
Entre lágrimas y sonrisas se oían vítores y los pañuelos volaban en señal de buenaventura.
Era un día en el que hasta el sol parecía querer zambullirse en las cristalinas aguas del lugar. La multitud se concentraba para estar lo más cerca posible por última vez en mucho tiempo de aquel barco que acababa de quitar los nudos a sus amarras.
Entre todas aquellas gentes no podía más que verse dicha, fe y ojos llenos de amor. Pero si algo me llamó la atención entre aquel bullicio fue la mirada inquisitiva de una mujer de aspecto angosto y azaroso. No era más que una pobre vagabunda que solía rondar las calles del puerto y que asustaba a los niños cuando correteaban por los callejones.
Me acostumbré a verla, como el resto del pueblo. Pero el júbilo del momento se desvaneció para mi en el mismo instante en que me crucé con su vidriosa mirada.
Aquello hizo que se me juntasen las nubes en el cielo y el sol oscureciese por un momento.
Habíamos zarpado. Al rato la sensación de la extraña angustia que me provocó aquel momento se esfumó tan pronto como vino la primera oleada de náuseas a causa del vaivén de las olas.
Supuse que aquél viaje no iba a ser plato de buen gusto. Pero era lo que yo quería, muy a pesar de todos aquellos que me habían lanzado pañuelos blancos y me habían lanzado aquellas miradas de pena.
Pero prefería mil días de náuseas a lidiar más tiempo con la tormenta que me asolaba día sí y día también.
Cuando conseguí que el aire fresco me diese una tregua, me acordé de súbito de la pequeña anciana. Además de asustar a los niños, era famosa por su habilidad con la fortuna y el azar. Más bien para el infortunio y la desgracia. Nadie le dirigía ni la más mínima palabra. Y menos aun una mirada. Si bien era capaz de revelarte los infortunios, también lo era de transmitirlos en aquella pétrea mirada.
Entonces una nueva oleada de náuseas se apoderó de mi, ya fuese por las olas, el mal sabor de boca que me había dejado ese maldito contacto con esos ojos o todo a la vez.
Entre vómitos y días vacíos de sol, la alegría con la que habíamos zarpado se fue consumiendo entre la oscuridad de las profundidades. No hallábamos tierra y los suministros se estaban acabando, sin contar con que el viento azotaba el barco de forma espeluznante.
A medida que seguíamos avanzando y la noche se cernía sobre nosotros, las nubes se agolpaban y exageraban la oscuridad de la noche. Lo que hizo que dejase de preocuparme de los rutinarios mareos. Recordé de súbito a la mujer que perturbó mi esperanzadora partida.
Antes de que me diese cuenta, lo que yo pensaba que sería el camino para dejar mis tinieblas atrás, empezaría a ser lo que menos me esperaba.
Lo demás fue como un flash. O varios de ellos, ya que lo único que pudimos distinguir lo hicimos cuando las luces de la tormenta comenzaron a horrorizarnos.
Todo se movía demasiado, el agua caía con tanta fuerza que empezaba a dudar si seguía encima del barco o tal vez ya había caído al ancho mar. El desconcierto y el pánico empezó a apoderarse de todos los que íbamos a bordo. Los chalecos volaban y el barco se zarandeaba de tal forma que empezábamos a rodar sobre su superficie y a chocar unos con otros. Escuchaba gritos por todas partes y entre relámpago y relámpago veía como aparecían y desaparecían. Uno a uno fueron cayendo al mar. Yo también. El barco y todos nosotros nos perdimos entre el cielo y el mar que ahora no eran más que agua, oscuridad y algo de luz centelleante.
Fue un auténtico espectáculo de pavor.
Nos dormimos. Tal vez para siempre. Los delirios se sucedían, y los veía a todos. Mirándome desde la orilla el día que partí. Veía como la anciana mujer clavaba sus ojos en el cielo y aquel empezó a oscurecer. Como en una pesadilla. Los pañuelos se volvieron del color de la noche, las gentes ya no reían ni lloraban por nuestra partida. Lloraban por nuestra ausencia, les veía los ojos totalmente negros y sus lágrimas eran oscuras.
La tormenta con la que partí se perdió cuando me asoló aquella tempestad. Y en mi último delirio pensé que aquellos ojos oscuros me habían vaticinado que huir de una tormenta me llevaría a sufrir un verdadero diluvio que duraría para siempre.
Y se hizo el silencio. Silencio. El mar es silencio. El descanso eterno.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La caja de las mariposas.

De pequeña solían fascinarme las mariposas, aunque era prácticamente incapaz de tocarlas. Me gustaba verlas volar, ver el abanico de colores que algunas ofrecían al trasluz del sol del medio día.
Porque cuando salía del colegio, aprovechaba un pequeño atajo, que ya no está, y siempre volvía sola a casa. Era como una vereda que atravesaba la fábrica. Y había algunas ventanas viejas y sucias con las rejas llenas de telarañas, dejando el cristal casi opaco.
Entonces me acercaba a una de ellas y vislumbraba un pequeño rincón de la estructura de la ventana, que tenía forma hendida dejando una pequeña repisa. Y entre telarañas y capullos, las mariposas tenían un micro-hogar.
Quizás se hospedaban allí porque la mayoría de las mariposas viven de noche. Y ese rincón frío y oscuro podía adaptarse a dichas condiciones.
Mi aversión a tocarlas podría deberse al pavor que les tenía y les tengo a los gusanos. Pero una vez pasada la metamorfosis, parecían tan frágiles y agradables.
Recuerdo que el único día que las toqué, fue por pura necesidad, porque según decían, si les tocabas las alas les robabas el polvillo que les daba la capacidad de volar.
Aquella mariposa era gris. Parecía triste con solo verle las alas, y me di cuenta de que no volaba y de que estaba en el suelo, sufriendo debajo de los rayos del sol. Entonces me agaché y no sin esfuerzo la cogí de las alas por miedo a terminar de robarle el polvillo y la volví a colocar en su rincón de oscuridad.
Al día siguiente volví a pasar, con una hoja grande de morera de los árboles que crecían en mi calle. Pero la mariposa ya ni volaba ni se movía. Así pues recordé que también decían que las mariposas solo vivían un día. Y en muchos casos así era, y su vida se reducía a 24 horas para reproducirse y morir.
Yo me preguntaba como podría ser la vida en 24 horas, en cómo desperdiciábamos el tiempo día tras día, sabiendo de antemano que nosotros podemos desechar días enteros que no supondrían más que unos segundos en la vida de una frágil mariposa.
Mi imaginación volaba y pensaba en las cosas que podría hacer en 24 horas. Nada de dormir, nada de comer cosas que no me gustaban, nada de quedarse en casa haciendo los deberes, nada de enfadarse.
Un ruido brusco de la fábrica me sacó de aquella ensoñación y vi que se me había pasado el tiempo volando, solo de pensar en que es lo que podría hacer para no desperdiciar los efímeros días de mi pequeña vida. Y muchas veces perdemos el tiempo así, imaginando y especulando sobre el futuro. Futuro que casi nunca es como nos lo imaginábamos.
Volví a casa corriendo y guardé toda la historia en la caja de los recuerdos. De los pocos que solo guardamos para nosotros.
Un recuerdo que hasta hoy no había sacado de la caja de las mariposas. La de la imaginación.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Get away

Tómate el privilegio alguna vez de elevarte sobre tus posibilidades.
Si hay algo realmente increíble en el ser humano es su capacidad de superarse día a día y ser tolerante con la visión de aquello que nos rodea.
Crea tus propias murallas. Y permítete derrumbarlas.
Camina, cáete, y levántate.
Ríe y demuestra que no hay nada que no puedas superar.
Y llora, llora por todos los momentos en los que tuviste que ser valiente.
Llora al salir.

sábado, 22 de octubre de 2011

There aren't stars


Nadie te echará de menos cuando no aparezcas.

Eran horas de frío. El vaho en los cristales. Y el viento recorriendo los callejones, las noches comiéndose los días.

Esa noche salimos a ver las estrellas. El cielo se cernía sobre nosotros a la par que el frío nos hacía más cálidos. El silencio lo inundaba todo. Tu sonrisa era única de las pocas luces que se podían discernir aquella noche. Y yo la vislumbraba.
La intensidad de los instantes no se puede medir. Algo tan grande que al final se reduce a la plenitud. Instantes. Llenos de magia.
Pero la magia es para las películas. Los instantes y la plenitud son ilusiones que pronto desaparecen.
Yo ví las estrellas, miles de ellas agolpándose en mis ojos. Ojos llenos de estrellas.
Creo que las ví sola. Tú estabas conmigo. Tú veías estrellas. No eran mis estrellas. No era el mismo lugar. Puedo ver como en aquel momento no supe distinguir la realidad de la confusión. Te fuiste casi sin darme cuenta. Mientras yo me llenaba de estrellas.
Se rompió tan rápido que no me dio tiempo a echarte de menos.
Y como siempre las estrellas y el cielo se rompieron conmigo.
Ya no veo las estrellas. Es difícil distingirlas cuando tampoco puedes ver el cielo.
Ellas no te echan de menos.
No me atrevo a echarte de menos.

jueves, 6 de octubre de 2011

Fate


¡¡Te odio!!
Y te odiaría mil veces durante mil años más si fuese capaz de soportarlo.
No hay peor castigo que guardar aquello que podría acabar con el mundo entero.
Por su extensión y su intensidad.
Por no poder dejarlo salir.
Del mundo de las mentiras.
¡Por no saber que decir!
Y me ahogo en mis pupilas si no sé como hablar.
Se hunden mis naves una vez más.
Y así todos los días de nuestra existencia.
Existencia que por lo general, y a veces, sobra.
Y si no me queda más remedio seguiré soltando improperios allí donde pueda devastar la tierra que algún día hiciste crecer.
Y seguiré. Ya lo creo que seguiré.
Y tú.
Ya no existirás más. Morirás en el intento. Porque ya no hay vuelta atrás.
Porque dentro mi, no dejan de morir cosas.

martes, 4 de octubre de 2011

The end of the sun

Se caen puentes, se derriban azoteas y los sueños vuelven a morir.
La lluvia, el viento, el frío, la tormenta y los segundos ahogándose en el cielo gris.
Todos se van, las calles desiertas, el sol que ya no existe aquí.
Y se desvanecen las horas inertes, los castillos de viento y las palabras vacías.
Que se acabe el mundo ahora si no es este el comienzo del fin,
la peregrinación de los instantes. Cada vez nos hacemos más pequeños.
El fin.
El sol que se hizo luna y no vio más nunca amanecer.
Las noches de luna llena, de soledad y de frío desgarrador.
El tiempo hecho arena y tus pupilas espuma de mar.
Y el mar. Hecho cielo de agua.
El horizonte hecho infinidad de líneas.
El fin.
Mi fin.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Comme un 'Jeux d'enfants'

>>Felicidad en estado puro, brutal, natural, volcánico, que gozada, era lo mejor del mundo… Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rallas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, lsd, éxtasis… Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas… Mejor que la nocilla y los batidos de plátano… Mejor que la trilogía de George Lucas, que la series completa de los Teleñecos, que el fin de Millenium… Mejor que los andares de Ally McBeal, Marilyn, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford… Mejor que el pequeño paso de Amstrong sobre la luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, las malas experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágeno de los labios de Pamela Anderson, mejor que los excesos de Morrison… Mejor que la libertad… Mejor que la vida.<<

“Jeux d’enfants” Yann Sammuel

martes, 6 de septiembre de 2011

Happiness is a journey.. not a destination


Es curioso el efecto que tienen los días sobre nosotros. De descontrol.

Quizás no exista motivo aparente por el que un día me sumerja en una gris tristeza, en el tono amargo que dejan los acontecimientos que inexplicablemente traemos a veces en forma de recuerdo... Como tampoco lo existirá para explicar porque hay días que todo eso parece desaparecer en un agujero negro y la diferencia entre un día y otro puede ser abrumadora.
Sea como fuere, he de reconocer que mis días ya tienen explicación, como si de un año nuevo se tratase, las cosas han cambiado. No sé si en esas cosas estoy yo, pero lo cierto es que si algo ha cambiado es la dificultad, y ahora los problemas y las desavenencias han adquirido otro cariz.
Como cuando cierras una etapa, porque visto así, esto no es más que el cierre de una hórrida y tumultuosa etapa, de esas que duran y duran, que nos persiguen. Una época de transición. La salida del sol. La hora de abrir. El amanecer de otro tiempo.
Y los demás... que quieras o no, inciden de forma directa, en mayor o menor medida, más o menos la misma en la que los dejas entrar. Porque mientras que unos se van, otros van llegando, quizás a quedarse para siempre, y finalmente, los que están ahí, y que ya firmaron de por vida.

Brindo entonces por todos mis errores, por todas aquellas veces en las que me caí, en las que perdí, por todos aquellos que también se equivocaron, por la melancolía de esos largos días grises, por las lágrimas que me inundaron. Brindo por el dolor, por aquel que llegó al igual que por fin decidió hacer las maletas.

jueves, 4 de agosto de 2011

Over the sea

Porque tiene la vida esa manía de dejarse arrastrar por las olas del mar,
de impregnarse del brillo de la sal y perfumarse con el olor de la brisa.
Mientras gaviotas y aeroplanos comparten el cielo alborotados
nosotros nos sentamos en la orilla a esparcir la arena con las manos.
Despistados, sonámbulos, viajando en el mismo barco
hacia ningún lugar, perdidos, abandonados y sin sueños.
Esperando algún atisbo de aire que poder respirar,
esperando lo que todos solemos esperar.
Pero la mañana se hace venidera súbitamente
y los sueños que perdimos de día nos esperan al atardecer.
Colmados de sal, de brillo y soledad,
asfixiados de espejismos y horas perdidas.

lunes, 1 de agosto de 2011

I am..

Soy una perdedora nata, de esas que juegan al parchís no con la esperanza de ganar, si no con la esperanza de no quedar última, y de salvar sus fichas estratégicamente.
Soy la torpeza en persona, una patosa por naturaleza. De esas que si encuentran el camino llano lo llenan de piedras, de las que se dejan los dedos meñiques en las esquinas de los armarios y se descubren día sí y día no los codos amoratados.
Soy miles de preguntas sin respuesta, miles de dudas y de inquietudes.
Soy negativa, de las que atraen la mala suerte sin pedirla y se autodestruyen.
Soy dificultad e incomprensión, de las que ni saben muy bien que son.
Soy pesadilla, sueños rotos y lágrimas de noche, de esas que cuando se van a dormir no se preocupan más que de dejar la mente en blanco y lanzarse al fundido en negro.
Soy paradoja. Hoy puedo engañarme y pensar que nada puede ir mal, pero también puedo saber que no es verdad.
Pero soy muchas cosas más.
Porque no soy fuerte, pero soy perseverante. Si hoy no puedo sé que podré mañana y sino pasado.
Porque si estoy triste no soy capaz de irme a dormir sin sonreírle al mundo por última vez antes de apagar la luz.
Porque si el destino se empeña en aumentar mi torpeza llenando el camino de piedras, seré lágrimas y dolor, pero también sé que se acabarán.
Porque ignoro muchas cosas de la vida, de los demás y de mi misma. Pero también sé que no habrá día que esa ignorancia decrezca.
Porque si un día me sumo a la lista de acciones reprochables del ser humano a otro el arrepentimiento limpiará mis heridas.
Porque no soy lo suficientemente buena en nada pero me esfuerzo por mejorar día a día en aquello que me fascina.

Al fin y al cabo sé que también me faltan muchas cosas que descubrir de mi misma. Y que la perfección ni existe ni la quiero para mi. Porque está bien así...

miércoles, 27 de julio de 2011

Bliss

Y aunque a nadie le importe hoy lo voy a decir. Que puedo ser feliz.
Las palabras tienden a salir con tanta facilidad cuando estamos rotos, que escribir se convierte en una necesidad imperiosa, y necesitas vomitar toda la mierda que te está consumiendo por dentro.
Y sin embargo, hoy no vengo a hacer drama, ni a centrarme en los valores negativos. Porque ya lo he llenado todo de suficiente oscuridad, y la luz está ocupando ahora su lugar.
Que bonito. Como he perdido el tiempo, como se estropean las cosas y que complicado lo volvemos siempre todo. Y que fácil resulta después de la tormenta, que gusto da la calma.
Me he caído cientos de veces, he querido ganar muchas batallas, he hablado de otras tantas que nunca gané. Y sin embargo ya ni siquiera hay guerra. Nada. Se ha esfumado todo.
Como un naufragio. Una tabla es todo lo que tengo en este mar. Todo lo que me rodeaba se ha hundido junto con mi barco. Todo está cambiando.
¡Qué liberación! y ¡qué paz!
Echo la vista atrás y da la sensación de que hay meses que parecen estar encerrados en bolas de cristal, como las de navidad. Incluso como si nunca hubiesen sido verdad. Como si este año no empezara en en enero y acabase en diciembre. Sino más bien de enero a junio y de julio a diciembre.
Cuantas vueltas da la vida ¿verdad? Como puedes hundirte en el fango, tener la certeza de que serás consumida vorazmente por él, y ver como casi sin darte cuenta es todo tan distinto.
Y tengo la certeza de que no hay nada en este mundo que pueda arruinarme este momento.
Porque aunque a nadie ya le importe, quizás si que soy feliz.

viernes, 22 de julio de 2011

Earth


Cuando era pequeña, mis pequeños amigos y yo, nos pasábamos todo el verano en la calle, de la que no salíamos nunca. Era nuestra casa y el lugar donde creábamos nuestros pequeños sueños. Todas las tardes en cuanto la sombra nos protegía un poco del calor acudíamos puntualmente sin necesidad de llamarnos al timbre de casa, cosa que molestaba tanto a nuestras madres.

Mi calle es amplia, navegábamos por ella con el patín o con cualquier trasto que tuviese ruedas y nos lanzábamos calle abajo, imaginaos como es cuando nieva en invierno. Lo más bonito de ella es el jardín. Porque es una calle que tiene forma de V, y en el punto que confluye la calle, ahí está nuestro pequeño jardín. Con sus grandes árboles, que los vecinos han cuidado con cariño desde que tengo uso de razón, los preciosos rosales que le daban color, el pino inmenso que siempre intentaban enderezar…

Los árboles eran muy diferentes, cada uno tenía un tipo de hoja y un tamaño. Y el más curioso era una especie de arbusto que parecía ¡un puerco-espín gigante! Tenía largas y puntiagudas hojas verdes que se disparaban hacia todas partes. No tenía tronco y estaba pegado al suelo. Nunca supe cómo se llamaba pero era el más extraño.

Me entristece recordar todo esto en pasado, porque sigo estando en la misma calle, mis pequeños amigos ya no son tan pequeños pero siguen estando también, pero lo que ya no está era ese mágico jardín donde nuestra imaginación inventó tantos juegos... Ese cuadrilátero se convertía en "nuestra casa" de paredes invisibles, donde yo siempre por ser la mayor era la mamá, y ellos enseguida se aburrían y se iban a jugar a la pelota... Ese árbol de raras y pequeñas hojas que llamábamos el árbol del dinero. Ese arbusto puerco-espín donde en vísperas de otoño clavábamos las grandes hojas de la morera, y cuando llegaba el otoño y se habían secado, las sacábamos de ahí, las dejábamos en el suelo y nos dedicábamos a pisotearlas y a hacerlas añicos, dando la bienvenida al otoño. Y era maravilloso.

Pero ese jardín como decía y como muchos otros, ya no está. Ese lugar ahora no es más que asfalto, un par de bancos y algún árbol que quizá por pena sigue envejeciendo ahí. El jardín que había en el centro del pueblo también se ha convertido en asfalto con unos pocos bancos y una pequeña extensión de césped y algunos árboles, pero la fuente ya no está, las palomas se marcharon y la luz del sol se consume en el duro suelo que lo ocupa ahora.

Nos están robando la luz, nuestros parques se están consumiendo, nuestros mares, nuestros bosques y nuestras montañas. Todo se está consumiendo lentamente. Lo estamos consumiendo. Estamos acabando con todo, lentamente... Y llegará el momento en que veamos la destrucción de lo que es nuestro hogar cada vez más grande, y para entonces, querremos echar la vista atrás, y ponerle una solución, pero no se podrá. Y todo bajo el mismo pretexto, no pensamos en el mañana, porque para nosotros lo más lejano como futuro se reduce a "antes de morir" porque después de morir ya habrá otros que se encarguen de lo que nosotros no hicimos. Y ese pensamiento seguirá ensuciándonos eternamente hasta que perdamos aquello que se nos ha regalado. Veremos morir a la tierra, y como castigo, nosotros con ella.

lunes, 18 de julio de 2011

¿Hope?

Ojalá pudiese entender todo… entenderte o quizás simplemente entenderme a mí. Pero supongo que una vez más no puedo mantenerlo bajo control, se me escurre de entre las manos sin apenas percatarme de ello.

Y a veces… parece que estoy lejos, muy lejos, y otras sin embargo me hallo anclada en el mismo punto mientras veo como la realidad sucede a mi alrededor más rápida de lo que soy capaz de captar.

Agarraría el cielo con las manos y cortaría el tiempo en días, horas, minutos y segundos. Rompería uno a uno esos segundos que cada vez me separan más de un tiempo pasado. Un tiempo pasado del que se suele decir que es donde éramos felices. Pero yo no quiero ningún pasado, ni un futuro que se parezca a esta realidad.

Lo único que necesito saber es cuál es el tren que debo coger, que el tiempo me está consumiendo mientras sigo esperando en este banco qué camino elegir y que destino esperar. Pero aquí no, yo no pertenezco a este lugar, a este punto de mi vida, no es el mío.

Desearía cambiarlo todo. Desde el día de mi muerte hasta la última de mis pestañas. Otra dimensión quizás. Desearía viajar a ese universo paralelo donde se supone que reside lo opuesto y mis pensamientos me llevarían al cielo y no al infierno que acostumbro evocar.

Intento cerrar los ojos y buscar en la imaginación algo útil que me sirva para construirme una realidad. Esa realidad que los ojos tal vez solo pueden imaginar en la oscuridad. Y lo intento cada día y cada instante en el que no sé quién soy ni que es lo que quiero.

Debo de haberme perdido. La confusión me está haciendo perder el juicio una vez más. O quizás solo viene a recordarme que nunca lo tuve.

¿Por qué? No consigo encontrarme, entenderme. ¿Es que acaso no hay un maldito final?, ¿una estúpida luz al final del túnel?, ¿una frontera, un límite o un jodido acabose? Algo. Pero no hay nada más que rastrojos del tiempo, polvo y unos pocos recuerdos que desearía no guardar más.

¿Sabes? A mí me hubiese gustado elegir, me hubiese gustado tener la oportunidad de arriesgarlo todo teniendo nada. Me hubiese gustado darte hasta lo que no tengo. Hubiese preferido no perder nada.

Y nada es para siempre, o eso acostumbra la gente con esperanza a decir. Y yo en el fondo lo creo, porque en parte yo también soy de ese grupo de estúpidos esperanzados. Cuando no nos queda nada más.

domingo, 12 de junio de 2011

I would have been night


Habría atravesado los más vastos mares.
Habría cruzado fronteras, pueblos y países enteros.
Habría devastado penas y pesares.

Hubiese acabado con las nubes negras,
con las tormentas y los días de grises perlas.

Me habría dejado caer, y sin más perecer,
me habría dejado morir por última vez en el amanecer
.

Y las mañanas se habrían hecho noches
y las noches abismos sin mañanas.
Habría sido capaz de todo y de nada.

Habría visto caer a las estrellas
y ver llorar a la luna por ellas.

Y con ellas, me habría cosido el alma,
había cerrado las ventanas y esperado al alba.

Y de haber por haber ni sueños quedan,
ni soñadores.

lunes, 23 de mayo de 2011

Letter


Querido, queridísimo corazón:

Te escribo porque me preocupas, porque hace tiempo que no sé que pensar.
Porque en todo este tiempo, has aprendido mucho, y has sido valiente, muy valiente.
Has recorrido caminos tempestuosos, sin mi.
Has aprendido a llorar en silencio y en soledad, sin mi.
Pero tú y yo sabemos que nada es para siempre, y que si consigo hacerte razonar, entonces quizás, y solo quizás, podamos entrever ese esperado final.
Te escribo más por ti que por mi, que no soy nada sin ti. Porque voy a tratar de conseguir que de alguna forma me escuches, y dejes de actuar como si yo no existiese y estuvieses tú solo en todo ésto.
Y si me permites, has de saber que todavía te queda mucho por aprender. Que has de cerrarte a la ingenuidad de tus actos y a abrirte a todo aquello que en realidad necesitas, a lo que te espera ahí fuera, porque te estás perdiendo el espectáculo de la vida. Porque está todo patas arriba, está todo completamente al revés. Pero que me vas a decir tú de orden, cuando de todos es sabido que tú te dedicas a sentir y yo a pensar.. Tú que siempre optas por guardarlo todo según llega y ni te molestas en contestarme, en escucharme o en percatarte de mi perpetuo sufrimiento.
Y mientras tanto, te observo, desde aquí arriba veo como te encojes, como te exaltas y como a veces lates con frenesí. Como te das la vuelta para que nadie te vea llorar. Como te miras al espejo, te sientas con tranquilidad y te pintas, te maquillas de felicidad.
Pero lo triste... no es que intentes engañarme a mi, que todo lo sé. Lo triste es que te engañes a ti.
Y aun así, el verdadero problema no reside en eso, sino en tu enfermedad. Que es terrible. ¿Sabes? Yo sé que los corazones como tú no se mueren de amor.
Así que date la vuelta, desmaquíllate y agárrame fuerte. Limpia tus ojos de lágrimas, y date cuenta de que tú ahora mismo me necesitas a mi, despréndete de todos esos viejos muebles que se agolpan dentro de ti y que tantas pesadillas te regalan.
Vacíate.
Y sé tú.
Otra vez.
PD: Estaré esperando con paciencia, como es habitual, tu regreso.

Tuya, y siempre tuya.
La razón.

jueves, 19 de mayo de 2011

When I stop


Las heridas dejan de sangrar. Sí, en un determinado momento del que quizás ni siquiera somos conscientes, nuestras heridas se cierran, pero no se van. Y es cuando empiezan a sangrar por dentro, condenadas a inundar nuestro interior sin que los demás se percaten de ello. Solo aquellos que alguna vez estuvieron en tu alma son capaces de vislumbrar tus más oscuras lágrimas.
Y te preguntas hasta que punto eso puede ser algo útil, si de verdad merece la pena empezar a fingir, o en realidad cada día te sientes peor por engañar al mundo. Pero te agarras fuertemente al lavabo, pupila contra pupila, y te ríes, y piensas... ¿y eso que más da?
Y el mundo deja de tener importancia alguna, por los que saben, por los que no saben y por los que creen que saben algo.
Un minuto, a veces un solo minuto basta para ver las cosas claras, para pensar y decidir que es lo que sabes, lo que sientes, y que es lo que el resto espera de ti.
Otras veces, hace falta incluso toda una vida, para preguntarse que es lo que está bien, lo que está mal, y lo que para unos está bien y para otros no. Y para uno mismo, cuando nuestros actos son altamente condicionados por los del resto, por sus palabras que se clavan como las púas de la cama de un faquir, por los demonios que corroen nuestras entrañas.
Cuando ya no se trata de problema y solución, sino de evolución y cambio, de respuestas que simplemente no son buscadas, y de preguntas que nunca, nunca serán formuladas.
Es entonces, cuando decides bajar, sentarte en las manecillas del reloj y perder la vista en el infinito, como si por un momento, no existiera otra cosa que la vacuidad.

jueves, 28 de abril de 2011

To splinter


Sentada en el escritorio, sin luz, sin ganas. Los folios, los bolígrafos y el vaso vacío estaban alumbrados por el flexo, y sus manos reflejaban el hastío.
El bolígrafo bailaba sobre los folios, sin mirar. Ni siquiera estaba ahí en ese momento. Y lo sabe. Ni siquiera parecía que hubiese luz. Sumergida en la más densa oscuridad.
'Todo lo rompes. Todo'
Garabateaba una y otra vez.
-¡Vuelve, maldita sea!, ¿En qué estás pensando?
Enciende la luz de la habitación y camina a oscuras hacia la cocina, a vaciar el vaso. Por que las lágrimas son así. Son como el agua, cristalinas, transparentes y discretas. Lo inundan todo, se secan y nadie sabe que estuvieron ahí.
El corazón se le hace astillas. Astillas que se clavan como espadas.
-No tiene porqué estar pasando ésto, ¿lo sabes verdad? Sabes que es pasajero y que en breves se volverá a dormir.
Apaga la luz, se sienta, arranca la hoja. Arruga el papel.
-Está bien empecemos de nuevo.
Y se concentra, lo logra. Porque ella sabe que es así. Que sus recuerdos se astillan, la dañan a ratos y ya está.
Enciende la luz, se ata el pelo. Respira.
-Muy bien, ya está, éso era todo.

Y la luna se cae antes de advertirlo. Otro día que tachar en el calendario, otro día menos para vivir. Un día más para despertar.
Y ya está. Mil y un batallas más. Una menos.
Sabe que no puede sentirse bien siempre, y que eso va a estar presente todavía en sus días, que no en todos. Pero, ¿y que más da? Sabe, lo sabe todo. Que nada es para siempre. Y que si hoy toca llorar pues mañana tocará reír. A carcajadas. Brillante, como las lágrimas secas en la cara. Como el sol y la espuma del mar. Y reirá, por la felicidad y por la tristeza. Por todo.

lunes, 18 de abril de 2011

Broken time


Hoy, y ayer, he vuelto a notar como se me erizaban los brazos, las piernas, advirtiendo una brisa fresca a la que daba por dormida. El calor, el sol y la pequeña alegría de una primavera impaciente ahora parecen un simple sueño, un oasis en medio del desierto, una ilusión óptica.
Nunca me había parado a pensar en la forma en la que nos afecta el clima, el tiempo. Nuestras vidas no son más que un hilo que pende de las manecillas del reloj, pero y ¿qué hay de las emociones? Las que están estrechamente ligadas al paso de los meses, a los cambios.
Es un tópico, es cierto. Pero ¿quién no ha sentido la nostalgia y la tristeza del gris del invierno y el otoño? ¿y la euforia y la sensación de levedad que regala el verano o la brillante primavera?
Vivir no es solo avanzar, es cambiar. Y es algo que está presente en algo tan simple como puedan ser las estaciones.
Curiosamente me asaltan las cuestiones cuando me hallo en la calle, sola. Pero el hilo de mis pensamientos se corta, bruscamente. El corazón desbocado. Casi no me da tiempo a pensar racionalmente cuando siento un nudo en la garganta, ¿porqué?
Y me acuerdo de Descartes, de que los sentidos nos engañan. No me cabe la menor duda, creo que nunca la he tenido. A veces vemos simplemente lo que queremos ver, pero ¿porqué yo creí ver algo que en realidad no quería ver? ¿es una prueba? Es eso, ¿no? nos ponemos a prueba, una y otra vez.
No, no era él, todo ese cúmulo de estúpidas sensaciones no era más que excesiva imaginación, por decirlo de alguna forma. Un segundo, es todo lo que me ha bastado para cambiar el rumbo de mis pensamientos.
Un segundo es lo que dura una mirada, una mirada incierta, insegura, errónea...
En un segundo me ha dado tiempo a morir. A caerme, a levantarme y a despertar. A escuchar el repiqueteo de las lágrimas cuando se escurren por dentro. A pelear, a comenzar una nueva batalla y a llegar maltrecha. Perdiendo la batalla. Sabiendo que cada vez estoy más cerca de una victoria que se resiente a cada momento y que ya solo depende del tiempo, de los segundos perdidos y de mi.

jueves, 7 de abril de 2011

Sounds of spring


Al pensar en el atardecer, me vienen a la memoria muchas cosas, pero hoy en especial, he sentido algo diferente. Algo que es posible que me quiera decir que la primavera por fin ha llegado para mí también.
El sol me ha acompañado de clase a casa y viceversa. Mientras, en mis oídos lo único que podía percibir era "Una tarde en el parque", entre otras, y de vez en cuando el molesto sonido que producen los tacones de los que me rozan con celeridad.
Será el buen tiempo, o la primavera, que es mi estación por excelencia aunque a veces eche de menos el invierno. Pero es inevitable salir con una sonrisa, y regresar con ella. Son inexorables las ganas que dan de olvidarse de que vas por la calle y ponerte a cantar como si estuvieses dentro de la música. Hacer un poco el idiota, pasarte la tarde recorriendo la ciudad intentando perderte por aquellos sitios que aun no te han visto. Perderte entre el calor y la brisa. Perderte nada más.
Y hoy además, he decidido salir un poco antes y aprovechar la tarde. Y creedme... ha sido una dura batalla. Normalmente, cuando voy con tiempo, o hacen días tan maravillosos como el de hoy, suelo cambiar mi trayecto y atravesar Santo Domingo.
Los niños corriendo, la gente, los bancos llenos, de gente que como yo, es posible que no resistiese la tentación de sentarse, contemplar al resto un rato y respirar profundamente, sacar un libro, ponerse los cascos y sumergirse en una historia en medio del espectáculo de la primavera. Sin más.
Y sí, al final he llegado a casa, la música se apaga con el sol, enciendo la luz y cierro la puerta. Y Vuelve a ser invierno, me pierdo entre los folios y recuerdo el calor de la tarde como si simplemente hubiese sido un sueño.
Los días ahora son de otra forma, pero sin embargo, la rutina es la misma. Vuelven a caer discretamente como granos de arena, y sin darnos cuenta el mes de abril que acaba de empezar, desaparecerá con la misma rapidez que lo hicieron los anteriores. Y el tiempo... el tiempo se nos escapará de entre las manos imperecederamente.
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lunes, 4 de abril de 2011

Our time is running out


Es posible que esta noche el sueño no se atreva a entrar en mi habitación, que estas cuatro paredes me miren apenadas, se estrechen y me acojan como si de una eterna noche se tratase.
Y en la calle haga frío, las hojas se arremolinen en la esquinas, el gris inunde el cielo y los cristales de mi ventana silben con el aire. Lo espero.
El invierno casi se ha ido sin avisar y ahora me doy cuenta de que en realidad para mi no se ha ido, lo echo de menos fuera, pero en mi interior sigue haciendo frío, sigue diluviando y siguen revueltos los mares.
La gente que me mira me ve en primavera, los rayos del sol se desdibujan en mis pupilas y brillan como si todo ese invierno con sus tormentas estuviese detrás de un cristal opaco a través del que nadie es capaz de mirar. Quizás no se atreven, o quizás es imposible dilucidar que se esconde tras ellos.
En un inciso, de ese invierno, solo soy capaz de vislumbrar un callejón, el mismo callejón gris de hace más o menos un año, donde las dudas eran el foco de mi vida y los interrogantes mis únicos transeúntes. Pero lo cierto es que parece más viejo, derrotado. Como si hubiesen pasado años desde aquel día que me dejé caer. Pateando charcos y viejas raspas colgando de la basura. Como un vagabundo.
Siempre que acabo regresando a lugares como éstos, que surgieron a raíz de mi necesidad de huir de todo, siento una nostalgia sobrecogedora. En todos esos lugares ya no hay luz, como si estuviesen agotados. Cumpliendo su función de haberme rescatado y ahora siendo completamente inútiles. Y como si un año se hubiese estirado hasta la eternidad.
Es confuso. Es demasiado... diferente. Todo. Todo ha cambiado, se ha quedado atrás.
Incluso yo. El problema es que mientras todo cambia a mi alrededor yo sigo buscando inútilmente todos esos lugares. Intentando quedarme atrás con ellos y no avanzar nunca hasta llegar hasta aquí. Huyendo de la realidad del presente, rebuscando entre los restos del pasado donde todavía mi alma me pertenecía.

lunes, 14 de marzo de 2011

Perfect lie: Smile


Aunque la noche había acabado con el alcohol, ellos seguían riendo y cantando alrededor del fuego, todos. Fugaces, felices, dichosos y rebosantes de vida. El tiempo era único y los instantes llenaban cada minuto, cada momento. La fogata chisporroteaba y más que calor aportaba luz. La noche se cernía sobre ellos y la luna no era suficiente para que pudiesen mirarse a los ojos con nitidez.
Además escogieron la playa para reunirse, estaban completamente solos y no había nada que pudiese perturbar su celebración. Los cinco han estado unidos más de media vida y a pesar del tiempo ahí seguían dando gritos y tumbos sobre la arena. Se habían escapado ese fin de semana y brindaban por todo aquello que habían superado juntos, pero sobretodo por todo lo que les quedaba por compartir, que más podían pedir..
Sin embargo, a altas horas de la noche, la risas y los cantos se fueron apagando y el sueño empezó a tenderlos alrededor del fuego. Pero no a ella. Cris estaba sentada con las rodillas plegadas sobre si misma simplemente contemplando el vaivén de las olas, llevaba ya un rato un tanto distraída y se preguntaba si de verdad estaba siendo sincera consigo misma. Porque para el resto del mundo sonreír implica por defecto felicidad, las apariencias engañan, lo más precioso puede esconder el veneno. Cristina había reído sin parar, como los demás, pero ¿quién dijo que su sonrisa tuviese que ser necesariamente una verdad indefectible? ¿Una fachada perfecta? ¿De verdad el rostro es siempre la fiel imagen del alma?
La respuesta claramente es no. Y son las mentiras más tristes y más bien guardadas de la historia. Se conocían hacía infinidad de años pero lo que va por dentro es un misterio hasta para la propia persona.
Los días habían hecho mella en sus pensamientos, es cierto que hacía tiempo que nunca terminaba de sentirse bien, pero las circunstancias habían rasgado algunas de sus inseguridades y era inevitable evadir sus propias ideas.
Estuvo un buen rato viendo su reflejo en el mar, disfrutando del olor y de la brisa, era sin duda uno de sus lugares por excelencia para respirar aire fresco, para relajarse y volver a la realidad un poco más fuerte que la última vez.
El sol comenzaba a dar muestras de amanecer, casi no había advertido el tiempo que llevaba en la misma postura. El tiempo se había evaporado, su cuerpo estaba agarrotado y sus párpados pesaban.
Antes de que los demás despertaran para emprender la vuelta, se echó sobre la arena y al cerrar los ojos todo se oscureció y dejó los pensamientos a un lado.
El traqueteo del furgón la hizo despertar. La miraban un tanto extrañados y enseguida comenzaron a bromear sobre sus ojeras. Ni se molestaron en despertarla, daba muestras de cansancio y la subieron en volandas para que siguiese descansando un rato más antes de llegar.
Después de quitarse la arena del cuerpo y del pelo, se echó sobre la cama, notando todavía el movimiento de las olas sobre su espalda, y se dejó inundar por la música que se desprendía del portátil.
Y sonreía y cantaba, pero ahora de verdad, lo demás se quedo en la orilla y se apagó junto a la hoguera.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Another way of seeing life

Inexorablemente esta canción suena en mi cabeza, una y otra vez. Cuando algo nos cala tan fulminantemente, cuando es una canción, los días pasan como un fotograma, aunque las fotos se tiñan de gris, incluso es fascinante. Porque que una canción revolotee p
or tu mente, lenta, pausada, como las gotas de un grifo mal cerrado, es a veces la única forma de dejarse llevar entre el tiempo, de olvidarse del resto, de pasar entre la gente como si fueran siluetas de cartón, de caminar a unos metros sobre el suelo. Elevarse.
Es una sensación, más que de alivio, de liberación, dejar todo el peso acumulado en el suelo, y caminar sobre él. Es caminar por la playa sin pisar la arena, y rozar la espuma de las olas con la punta de los dedos. Es visitar el horizonte, y perder la orientación. Es una sensación de calma, de tranquilidad, de paz.
La música nos eleva a lugares que solo nosotros somos capaces de concebir, pero no solo el oído es capaz de transmitirnos la belleza del exterior.
¿Y sino pudiésemos admirar la magnificencia de aquello que no podemos oír? ¿Te has parado a pensar alguna vez en el poder de unos ojos? Y cuando digo de unos ojos, no hablo precisamente de ojos, sino de miradas. Después de la música, el poder de u
na mirad
a, a mi parecer, es uno de los más devastadores. Tú corazó
n se puede congelar frente a una de ellas, o arder con vehemencia, para los restos. He podido
sentir el frío de unos ojos que queman, he podido sentir todo y nada a la vez, y rendirme ante ellos para evitar cruzármelos a toda costa. A algunos incluso he llegado a temerles sin sentir miedo más que de coincidir en su dirección y no poder apartarme de ellos en una vida entera.
Una mirada, una simple y maltrecha mirada, es capaz de besarte, de decírtelo de todo y de ser ignorada. De sumergirte en la paz y de llevarte a
los mismísimos infiernos. Es capaz de necesitarte y evitarte una y otra vez, durante toda la eternidad.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Empty


Esta mañana vuelve a amanecer de gris, el gris que caracteriza a los días de verdad.
Da la sensación de que son las siete de la mañana, pero el despertador y yo hemos tenido una pequeña escaramuza por esa sensación, al final mis pies han tocado el suelo a las diez.
En la cocina, costumbre. Todo está revuelto y teñida de ayer. Saco mi taza del armario, en realidad, no hace demasiado frío hoy, pero necesito algo caliente para terminar de despertar.
Mis ojos por fin se abren paso a la realidad, me observo un rato en el espejo, mi cara no dice precisamente buenos días, ojos agachados y negros. Un poco de agua. Mejor.
El microondas suena desenfrenado, algún día silenciaré a ese trasto. Es una tortura matutina.
Este chirriante dolor de cabeza se levanta conmigo sospechosamente estos días. Hoy, parece darme una pequeña tregua, será porque un día gris resulta más reconfortante que los molestos rayos del sol.
Gris. Aunque el sol ha acabado saliendo el ambiente seguía gris, pero un gris estabilidad, no un gris apagado, mi gris.
Sin embargo, la vacuidad de los días también pesa, Up once, down twice. Hoy es un up, porque me encanta perderme en el misterio, y en la ignorancia de los hechos que circundan al mundo.
Out. Me vuelvo a perder. Lejos. Ajena. Nostalgia. No he ido desde hace bastante tiempo, pero a veces me gusta recordar el tiempo que he pasado sentada en esa esquina, de rocas y su barandilla de hierro, hojarasca y otoño por doquier. Y la hierba, la humedad, las nubes. La tranquilidad, y los sueños. Soñar despierta como solía hacerlo, sola. Acompañada de mis nubes, de mis rincones y de mis pesadillas de papel.
Pero el día se acaba una vez más, la arena termina de caer, y vuelta a empezar. Me pregunto si mañana me volveré a despertar con esa pequeña curiosidad, desde otro lugar, dejar de preocuparme por si el día será uno más o uno menos, de si necesitaré una taza caliente para arrancarme a los brazos de la vigilia o si el dichoso microondas y la jaqueca harán de mi mañana otra tortura matutina.
O... si volveré pronto a esos lugares que para mi eran la verdadera vía de escape al vacío mundanal.

martes, 8 de febrero de 2011

Way by moon II


Anoche la acera se hacía bajo mis pies.
Y la rutina, la de antes... Era el mismo camino de vuelta a casa, esta vez acompañada de la tristeza que caracteriza la faz de la luna. Entonces me acordé de una noche similar a esa, en uno de mis frecuentes déjà vu's...
Las calles se bamboleaban mientras avanzaba, no hacía demasiado frío, y la carretera cada vez era extrañamente más estrecha. Y volví a recordar. Volví a sentir la nostalgia por ella, casi un año desde nuestro último bis a bis. Sí, hace un año la luna estaba triste, siempre lo está, pero esa noche más de lo habitual, y subí hasta ella, mientras caminaba, y la consolé, la abracé y me transmitió su frío.
Y aun más extrañamente, yo esa noche no estaba triste, entonces la tristeza era más bien pasajera, no es que un año sea una eternidad, pero en esa brevedad, a mi vida le dio tiempo a cambiar lo bastante como para haber olvidado todo eso.
La luna y yo nos miramos como entonces, pero ya no llovió sobre mi, ni me ofrecí a recoger su llanto gris. En realidad, fue bonito aquello, infinitamente bonito, pero ahora ella seguía triste, como de costumbre, sin embargo, la lluvia ya no caía de arriba abajo, sino de abajo hacía arriba, la lluvia gris se desprendía de cada uno de mis poros y se elevaba hasta ella. Anoche fue ella entonces la que me vino a acunar, la que con su inamovible gesto triste, me abrió los brazos con agradable displicencia. Y los coches ya no se enardecían, ya no había "dulces tardes encerradas en amargas soledades". Ya no quedaba rastro de aquel día.
Entonces se hizo una noche blanca, una noche de París, de las bajas calles, de las del silencio y la soledad. Las que bajan hasta el Sena, donde los bancos están abarrotados de arrumacos y miles de historias aun por contar. Pero a esas horas ya no quedábamos nadie más aparte de nosotras dos, de su luz y de mi sombra.
Caminamos largo rato, mirándonos a los ojos sin mediar palabra. Para cuando quise darme cuenta, había perdido la noción de los instantes, de las sensaciones y del oneroso peso que desprendía mi lluvia gris. Había vuelto para responder por aquel día, para hacer conmigo lo que yo hice con ella.
Y se fue, sin percatarme de que me había vuelto a quedar sola ante la enormidad del mundo, mientras la acera se volvía a hacer bajo mis pies y el camino acababa de fenecer.

sábado, 5 de febrero de 2011

Purple tulips


Tulipanes morados. ¿Han visto alguna vez un tulipán morado?
Yo si, pero no parecen tulipanes, en realidad... quien sabe si en realidad vi tulipanes morados.
La felicidad a veces es como uno de esos.
El cielo, a veces se parece también a los tulipanes morados, ¿quién asegura que el cielo está ahí? Mis propios sentidos se están revelando contra mi, Descartes sabía muy bien que esto pasaría, y lo advirtió. Quizás no esté segura de haber tocado el cielo con la punta de los dedos, pero sé que ahora nadie puede negar la existencia de mis pies sobre el infierno. Ya te lo dije, el cielo es peligroso, debes temerle a él más que al infierno, al fin y al cabo el cielo es para los inocentes, y de esos hay bien pocos.
Pero no es eso por lo que he venido aquí. Realmente, vengo a hacerme una visita, a buscar entre los escombros para evaluar los daños, ya sabes, como hacen en las catástrofes.
-No sé, este lugar es muy raro, aquí hay muestras de reconstrucción, había algo nuevo, empezaba a ser primavera de nuevo.... pero... ¿tú que dices Micke?
-No sé, lo que si que puedo ver es que cuando parecía haber algún ápice de vida se vino abajo, como si un segundo invierno lo hubiese congelado todo de nuevo.
Ellos seguían discutiendo ahí arriba, en mi cabeza, dejé de escucharles un rato y me metí entre las sábanas. Y me di cuenta, de que no tenía sueño, pero que mientras pensaba, iba perdiendo la consciencia, pero seguía pensando, cosas que quizás no vienen al caso. Cuando parecía estar a punto de dormirme, volví a la realidad, no sé que me sacó del trance, porque pensaba que incluso ya estaba soñando, y en ese instante me di cuenta de que simplemente mi cerebro seguía maquinando Dios sabe que, y que si me hubiera dormido probablemente mi sueño hubiese sido la mera continuación de ese extraño hilo de pensamientos. Será por eso que dicen que soñamos normalmente con lo último que pensamos, pero a mi me resulta curioso, porque la gente normalmente apenas sueña, ¿será que todos se acuestan tan tranquilos sin pensar en nada más que en dormir y ya?
Esta noche no sé en que pensaré antes de dormir, y eso me preocupa, porque quizás si que lo sé, y eso también me asusta, pero... es posible que me acuerde de los tulipanes morados, pero también puede ser que para entonces ya se hayan marchitado.

martes, 25 de enero de 2011

"With A Little Help From My Friends"

http://www.youtube.com/watch?v=jBDF04fQKtQ
Uff ¡pero que frío! Un frío estremecedor. Y como no, acompaña la imagen del cielo gris, la gente con la nariz roja, la ropa hasta la cabeza...¡ah! y los estudiantes agolpándose en las aulas de estudio...
No sé en que día de la semana estaba cuando andaba cerca de la Plaza de Santo Domingo, en mi habitual camino de vuelta al piso. La verdad sino fuera por los calendarios a veces ni sabría que mes es. Bueno, enero en especial si, porque es un mes... de los que mejor ni acordarse, pero no voy a atormentaros por un tiempo con mi melancolía, es inútil que me siga regodeando en lo mismo una y otra vez.
Como iba diciendo caminaba por plena Murcia, y siempre que paso por esa zona me invade una sensación extraña, parece nostalgia, pero no sé de que. La ciudad a veces me parece sumamente fría, tanto si hay gente como si no. Será por eso.
Por cierto, estoy empezando a cansarme de ésto, tengo ganas de reírme y no sé porque, así de repente, como cuando estás en clase y al saber que no puedes reírte menos eres capaz de reprimirte. O cuando estás en la sala de estudio y sin saber porque tu compañera te mira y empezáis a temer por vuestra vida, porque los demás os acuchillan con la mirada... ¿No Fu?
Pero decía que estaba empezando a cansarme porque hace aproximadamente una hora tenía unas ganas irrefrenables de llorar, que por desgracia no es como la risa, espontánea y sin motivo.
No me quejo, ese rato extraño ha pasado y ahora pues aquí estoy, sola y preguntándome porque tengo ganas de reír. Creo que eso de tener las emociones en una montaña rusa es algo bastante común, ¿No Die? Hoy me está pasando a mí, y me pregunto también cuanto durará, no soy muy lineal pero suelo mantenerme en un estado más o menos apacible, a veces.
Oye, ¿y porque pensamos tanto? ¡Qué cerebro más activo tenemos! ¿Verdad? Aunque sea para mal trabaja, y trabaja duro, no sé como se pueden sacar tantas conclusión irracionales de los problemas, pero somos así, y no se puede evitar, ¿No Pe?
Pero claro por otra parte dejarse hundir suena bastante cómodo, hay que darle la vuelta al asunto de vez en cuando, y dejar de pensar tanto. Pasar página y mirar atrás con una sonrisa. ¿No J?
Pero sobretodo, hay que intentar pensar en aquellos que nos rodean, que a menudo creemos que estamos solos pero no es así. Y lo he conseguido, porque cuando recapitulo esos pasajes de mi vida, me vienen vuestros nombres, y muchos otros. Y te das cuenta de que es verdad lo que dicen, siempre se puede estar peor, siempre hay quien está a tu lado.
Por desgracia nos solemos dar cuenta de ello cuando pasan cosas desagradables. Pero bueno, eso es lo importante, que sabes que los tienes ahí, para cuando estás mal, levantarte.
Caerte y levantarte una y otra vez, de eso se trata vivir. ¿No? =)

lunes, 24 de enero de 2011

Obstacle 1


Interpol, hacía tiempo que no sonaba esa canción, la echaba de menos la verdad.
"We can cap the old times make playing only logical harm
we can top the old lines clay-making that nothing else will change."
Podemos jugar, hacer como si las cosas nunca fuesen a cambiar... y hacernos daño.
Eso dice, y así es. Obstáculos, 'Obstacle 1'.
El primer obstáculo sin duda es la vida, tal cual.
Los sentimientos, el corazón y bla, bla... Ah no, que la vida es dura, que complicado es todo. Cuantos problemas, que difícil es vivir... Es curioso, pero me hacen gracia comentarios de ese calibre. Sí, me hacen mucha gracia. Me irrita. Nada es complicado, ni difícil. Nada es nada hasta que para nosotros es algo.
Hasta que alguien piensa, todos pensamos y empezamos a trazar ideas, y nos llueven las dudas, el mundo se nos cae encima. Y la culpa es del mundo, que es muy duro, que no puedo más.
Soy un obstáculo, como todos, todos somos obstáculos. Obstáculos para los demás pero sobretodo para nosotros mismos, y como siempre egoístas. ¿Por qué reconocer que el/la único/a complicado/a eres tú?
Y tomar el camino fácil, abandonar, rendirse, no arriesgar.
Claro que la vida es dura, difícil y pesada, si no eres capaz de vivir, porque vivir implica arriesgar, apostar por lo que esa vocecilla interior te dicta. Sí, esa estúpida conciencia que viene del corazón al que nunca hacemos caso.
En fin, es más fácil ser egoísta, y no elegir, sino escapar. Es más fácil no ver, la verdad.
Y yo... yo siempre quiero luchar, y pasearme por el borde, intentar arrepentirme siempre de aquello que no haga, no de lo que hecho está. Intento tropezar con cuidado, o quiero intentarlo, porque no siempre miro por donde camino, porque sé que me voy a caer, pero yo a veces también prefiero no mirar, y esperar... a ver que pasa.
Intentaré intentar vivir, fuerte, y dejar de ser algún día un poco menos frágil. Porque el cristal es duro, pero no siempre que se cae sobrevive. Y cuando se rompe en pedazos, es difícil volver a unir las partes, que se puede. Pero lo peor... es cuando se ha roto muchas veces y cada vez es más y más complicado dejarlo parecido a como un día fue.

jueves, 20 de enero de 2011

Falling


Ella era como la de esa película. De esas que son tan taquilleras que al final todo el mundo aborrece.
Se encoge, en el sofá, se aprieta fuerte entre sus propios brazos, como si sintiera que al dejar de hacer fuerzas se fuese a descomponer allí mismo.
Ese estúpido agujero negro de su pecho no la deja vivir.
-Necesito moverme, tengo que hacer algo sino quiero estrangularme a mi misma intentando hacer presión en esta herida.
Por cierto era un día bastante feo, las nubes habían empezado a agolparse en el cielo, el frío comenzaba a colarse entre las rendijas de las ventanas, y no había nadie, la cocina, estaba más gris de lo que ya es.
Abre el grifo.
-Menudo montón de platos, ¿cuantos días llevo perdiendo la noción del tiempo?
A saber, aparte del grifo había más agua que caía al fregador, sus lágrimas se confundían con el gorgoteo de las gotas en los platos. Y por si no estaba lloviendo a fuera, dentro lo hacía de forma estrepitosa, y el nivel del agua seguía creciendo. Pero en ese momento no había nadie que le tirase un chaleco salvavidas, ni que un bote se hallase en medio de la tormenta.
No había esperanzas de sobrevivir a ese terrible dolor, en el pecho. Un algo inexplicable, una sensación de vacío incalculable, de poder devastador, con la fuerza de un huracán, parecía que iba a tragarse todo aquello que quedaba en ella.
Recuerdo que esa escena me llegó, él se había ido, y le había abierto un enorme hoyo que la había dejado tirada, en el suelo, sin poder moverse, rodeada de la hojarasca propia del bosque y esperando a que se hiciera la noche. Con la mente en un solo objetivo, ya no había tiempo a su alrededor, y aunque se hizo la noche en ese abismal estado, llegó la mañana y todos fueron en su rescate, si es que había algo que rescatar.
Porque se la llevaron en volandas, y su cuerpo era frágil, pesaba menos que todas las hojas que le habían servido de humilde lecho.
Ella respiraba, su corazón palpitaba, pero sus ojos parecían petrificados, y su cuerpo de retorcía de dolor. Era inexplicable para el resto que es lo que podía haberle pasado. Pero ella lo sabía, sabía que él ya no estaba y que no lo volvería a ver, y que los demás nunca podrían sentir lo que ella.
Después de esos terribles días, de las pesadillas por las noches, y de la intensiva deshidratación de sus párpados se encontraba en ese sofá, ya era capaz de pensar y de volver a la odiosa realidad, terminó de fregar los platos y esperó delante de la tele un rato más antes de hacer la cena, Charlie estaba a punto de llegar y sabía lo que le dolía a su padre tener que tratarla como si estuviese moribunda.

martes, 11 de enero de 2011

Happiness really exists


Señor del Color Púrpura, sé que esperabas esta entrada como agua de mayo... ahí la tienes.

Siempre ando haciéndome preguntas que la verdad casi nunca tienen más respuesta que su abstracción. Pero me hallo sorprendida porque hice un pequeño descubrimiento.
No es que pueda explicar con palabras que es la felicidad, o el amor, pero si que dan mucho que decir. Porque van de la mano, sin una de las dos no habría nada, gris, el pesimismo.
¡Pero ya no está! Y me pregunto quién se lo llevo, porque puedo decir que es sentirse bien, sentir fuerte. Es muchas cosas...
Es pasarse las horas muertas simplemente pensando, divagando por mundos que solo tú conoces.
Es reírte sin motivo alguno, sentirte estúpida pero feliz, radiante. Sentir las miradas de enajenación del resto del mundo, y sentir que no pesan, que no hay nadie más.
Despertarse por la mañana, ver que no hay sol, pero que hay luz, mucha luz.
Sorprenderte escribiendo en la libreta cursiladas de quinceañera, ignorando por completo a esa aburrida profesora que sabes que te va suspender tanto si la escuchas como si no.
Estar a cuatro días del mayor estrés y agobio estudiantil jamás conocido y flotar entre las nubes, entre las nubes de tu cabeza, sin temor a toparte con hojas de papel, ¡montones de hojas de papel!
Sentirse pequeña, adolescente, idiota, mirando a algún lugar de la pared desconocido para los demás con cara de auténtica idiota.
Y sentir miedo, miedo de que sea frágil, de que en cualquier momento la cuerda se rompa, miedo a estar soñando, a confundir la realidad.
Pero sobretodo ser infinita y absurdamente feliz, estar al lado de ese alguien, simplemente, mirando al horizonte, disfrutando a cada instante de su presencia, de los minutos que te regala la vida y agradeciendo siempre hasta la más mínima milésima de segundo.
Sonreír cuando está, soñar cuando no está. Abrazar al destino, sentirse pletórica, aferrarse a la vida como nunca antes.
Decir estupideces hasta decir basta, sentirse grande, tanto como nunca lo has sido, por fin, sentirse bien...

sábado, 1 de enero de 2011

Pain

Odio el pretérito imperfecto, ese tiempo pasado que utilizamos para muchas cosas pero yo lo odio por una en particular...

Somos frágiles, muy frágiles, más que el cristal, no somos realmente conscientes de que nuestras miserables vidas penden de un hilo y de que ni siquiera nosotros tenemos el control sobre ello.
Más frágiles que las pompas de jabón.
Es incomprensible de todas las formas posibles, como nos sentimos en la cima del mundo, dueños y señores de todo aquello que se nos antoja, con derechos que solo nosotros mismos nos atribuimos, y lo que realmente no sabemos es que no somos más que escoria.
Pero la escoria también tiene su lado bueno, y ese lado bueno son algunas personas, y no todas. Personas que forman parte de nuestras vidas, que están ahí y sin que te des cuenta, te ayudan a ser un poco más feliz, a ser menos humano.
Impotencia, una impotencia que me desgarra el corazón la que siento ahora, y asco, también siento asco, porque gracias a esa escoria de la que hablo, el lado bueno ha vuelto a perder, ha perecer...

Inevitablemente tengo que confesar que vuelvo a la tristeza, y que tenía puestas mis esperanzas en que éste fuese un año diferente, un año mejor. Pero la felicidad se ha vuelto a ver truncada, y necesito vaciar un mínimo del enorme dolor que me invade desde esta madrugada cuando llegaba a casa.
Y además de sollozar, por un pequeño instante eres consciente de la suerte que has corrido, de que a ti no te tocaba estar ahí hoy pero mañana si, aunque ya no es la misma situación, lo que ocurrió en ese instante no te tocó a ti, y lloras a rabiar, pero das las gracias por estar aquí.
Por eso odio el pretérito imperfecto: él se llamaba, el vivía, él era..., esa función es la que detesto, la que utilizamos para describir acciones que ya no se llevan a cabo.
No me siento capaz de seguir.

Solo una cosa, más: Esta entrada va dedicada en memoria de esas personas que han visto empezar el 2011 y que esta madrugada les ha impedido verlo terminar. Además, a los que se supone que si lo haremos pero en recuerdo de ellos.