Ojalá pudiese entender todo… entenderte o quizás simplemente entenderme a mí. Pero supongo que una vez más no puedo mantenerlo bajo control, se me escurre de entre las manos sin apenas percatarme de ello.
Y a veces… parece que estoy lejos, muy lejos, y otras sin embargo me hallo anclada en el mismo punto mientras veo como la realidad sucede a mi alrededor más rápida de lo que soy capaz de captar.
Agarraría el cielo con las manos y cortaría el tiempo en días, horas, minutos y segundos. Rompería uno a uno esos segundos que cada vez me separan más de un tiempo pasado. Un tiempo pasado del que se suele decir que es donde éramos felices. Pero yo no quiero ningún pasado, ni un futuro que se parezca a esta realidad.
Lo único que necesito saber es cuál es el tren que debo coger, que el tiempo me está consumiendo mientras sigo esperando en este banco qué camino elegir y que destino esperar. Pero aquí no, yo no pertenezco a este lugar, a este punto de mi vida, no es el mío.
Desearía cambiarlo todo. Desde el día de mi muerte hasta la última de mis pestañas. Otra dimensión quizás. Desearía viajar a ese universo paralelo donde se supone que reside lo opuesto y mis pensamientos me llevarían al cielo y no al infierno que acostumbro evocar.
Intento cerrar los ojos y buscar en la imaginación algo útil que me sirva para construirme una realidad. Esa realidad que los ojos tal vez solo pueden imaginar en la oscuridad. Y lo intento cada día y cada instante en el que no sé quién soy ni que es lo que quiero.
Debo de haberme perdido. La confusión me está haciendo perder el juicio una vez más. O quizás solo viene a recordarme que nunca lo tuve.
¿Por qué? No consigo encontrarme, entenderme. ¿Es que acaso no hay un maldito final?, ¿una estúpida luz al final del túnel?, ¿una frontera, un límite o un jodido acabose? Algo. Pero no hay nada más que rastrojos del tiempo, polvo y unos pocos recuerdos que desearía no guardar más.
¿Sabes? A mí me hubiese gustado elegir, me hubiese gustado tener la oportunidad de arriesgarlo todo teniendo nada. Me hubiese gustado darte hasta lo que no tengo. Hubiese preferido no perder nada.
Y nada es para siempre, o eso acostumbra la gente con esperanza a decir. Y yo en el fondo lo creo, porque en parte yo también soy de ese grupo de estúpidos esperanzados. Cuando no nos queda nada más.
Me quito el sombrero, como todos los soñadores empedernidos ante estas palabras. Enhorabuena. Un abrazo y, para no variar, nos vemos en los bares.
ResponderEliminarEl potro de la venta del pino.
¡Muchas gracias!
ResponderEliminarTodo un honor, un abrazo.