Me gustaría contar con los d e dos de una mano las interminables noches que he perdido mirando el techo, buscando que sé yo. Es relativamente imposible.
Reflexionando en uno de esos turbios espacios temporales de mi vida, decía que podemos a llegar a ser infinitamente patéticos, hasta el punto de intentar engañarnos a nosotros mismos, como si fuéramos dos, ¿en qué cabeza cabe semejante atrocidad? Por desgracia, en la de todos. Me incluyo por supuesto. Estamos irremediablemente destinados a ser hipócritas hasta aburrir.
El caso es que mi libreta sigue en blanco, los libros acumulan polvo en mi estantería y yo sigo más vacía que las noches de verano. Sé donde puedo retomar lo que dejé, pero el caso está en que no sé cuando quiero regresar. Tal vez yo sola no puedo.
Sigo mi incansable búsqueda de la exigencia con el ser humano. Veo como la gente de mi alrededor es feliz con lo que la vida le presenta, y yo sin embargo no hago más que luchar con todo aquello que es obvio y parece tan... típico. Sé que quizás soy un poco diferente, y que quizás no todo el mundo se da cuenta, por ello que quien me busca no sabe encontrarme. No busco la perfección, busco algo diferente, alguien que sea capaz de entender que dicen estas líneas y que busque comprender, saber y que su vida se base en sus propias inquietudes.
No lo exijo, por naturaleza lo necesito. Todavía no ha llegado quién sepa mirarme a los ojos, y aunque así lo creí, ahora pienso que vuelvo a ser invisible, porque yo sé donde está lo que busco, pero la realidad es bien distinta, lo que busco, nunca sabe que puede encontrarme. Y al final, caigo en el mismo círculo vicioso del sufrimiento y la ignorancia.
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