miércoles, 27 de julio de 2011

Bliss

Y aunque a nadie le importe hoy lo voy a decir. Que puedo ser feliz.
Las palabras tienden a salir con tanta facilidad cuando estamos rotos, que escribir se convierte en una necesidad imperiosa, y necesitas vomitar toda la mierda que te está consumiendo por dentro.
Y sin embargo, hoy no vengo a hacer drama, ni a centrarme en los valores negativos. Porque ya lo he llenado todo de suficiente oscuridad, y la luz está ocupando ahora su lugar.
Que bonito. Como he perdido el tiempo, como se estropean las cosas y que complicado lo volvemos siempre todo. Y que fácil resulta después de la tormenta, que gusto da la calma.
Me he caído cientos de veces, he querido ganar muchas batallas, he hablado de otras tantas que nunca gané. Y sin embargo ya ni siquiera hay guerra. Nada. Se ha esfumado todo.
Como un naufragio. Una tabla es todo lo que tengo en este mar. Todo lo que me rodeaba se ha hundido junto con mi barco. Todo está cambiando.
¡Qué liberación! y ¡qué paz!
Echo la vista atrás y da la sensación de que hay meses que parecen estar encerrados en bolas de cristal, como las de navidad. Incluso como si nunca hubiesen sido verdad. Como si este año no empezara en en enero y acabase en diciembre. Sino más bien de enero a junio y de julio a diciembre.
Cuantas vueltas da la vida ¿verdad? Como puedes hundirte en el fango, tener la certeza de que serás consumida vorazmente por él, y ver como casi sin darte cuenta es todo tan distinto.
Y tengo la certeza de que no hay nada en este mundo que pueda arruinarme este momento.
Porque aunque a nadie ya le importe, quizás si que soy feliz.

viernes, 22 de julio de 2011

Earth


Cuando era pequeña, mis pequeños amigos y yo, nos pasábamos todo el verano en la calle, de la que no salíamos nunca. Era nuestra casa y el lugar donde creábamos nuestros pequeños sueños. Todas las tardes en cuanto la sombra nos protegía un poco del calor acudíamos puntualmente sin necesidad de llamarnos al timbre de casa, cosa que molestaba tanto a nuestras madres.

Mi calle es amplia, navegábamos por ella con el patín o con cualquier trasto que tuviese ruedas y nos lanzábamos calle abajo, imaginaos como es cuando nieva en invierno. Lo más bonito de ella es el jardín. Porque es una calle que tiene forma de V, y en el punto que confluye la calle, ahí está nuestro pequeño jardín. Con sus grandes árboles, que los vecinos han cuidado con cariño desde que tengo uso de razón, los preciosos rosales que le daban color, el pino inmenso que siempre intentaban enderezar…

Los árboles eran muy diferentes, cada uno tenía un tipo de hoja y un tamaño. Y el más curioso era una especie de arbusto que parecía ¡un puerco-espín gigante! Tenía largas y puntiagudas hojas verdes que se disparaban hacia todas partes. No tenía tronco y estaba pegado al suelo. Nunca supe cómo se llamaba pero era el más extraño.

Me entristece recordar todo esto en pasado, porque sigo estando en la misma calle, mis pequeños amigos ya no son tan pequeños pero siguen estando también, pero lo que ya no está era ese mágico jardín donde nuestra imaginación inventó tantos juegos... Ese cuadrilátero se convertía en "nuestra casa" de paredes invisibles, donde yo siempre por ser la mayor era la mamá, y ellos enseguida se aburrían y se iban a jugar a la pelota... Ese árbol de raras y pequeñas hojas que llamábamos el árbol del dinero. Ese arbusto puerco-espín donde en vísperas de otoño clavábamos las grandes hojas de la morera, y cuando llegaba el otoño y se habían secado, las sacábamos de ahí, las dejábamos en el suelo y nos dedicábamos a pisotearlas y a hacerlas añicos, dando la bienvenida al otoño. Y era maravilloso.

Pero ese jardín como decía y como muchos otros, ya no está. Ese lugar ahora no es más que asfalto, un par de bancos y algún árbol que quizá por pena sigue envejeciendo ahí. El jardín que había en el centro del pueblo también se ha convertido en asfalto con unos pocos bancos y una pequeña extensión de césped y algunos árboles, pero la fuente ya no está, las palomas se marcharon y la luz del sol se consume en el duro suelo que lo ocupa ahora.

Nos están robando la luz, nuestros parques se están consumiendo, nuestros mares, nuestros bosques y nuestras montañas. Todo se está consumiendo lentamente. Lo estamos consumiendo. Estamos acabando con todo, lentamente... Y llegará el momento en que veamos la destrucción de lo que es nuestro hogar cada vez más grande, y para entonces, querremos echar la vista atrás, y ponerle una solución, pero no se podrá. Y todo bajo el mismo pretexto, no pensamos en el mañana, porque para nosotros lo más lejano como futuro se reduce a "antes de morir" porque después de morir ya habrá otros que se encarguen de lo que nosotros no hicimos. Y ese pensamiento seguirá ensuciándonos eternamente hasta que perdamos aquello que se nos ha regalado. Veremos morir a la tierra, y como castigo, nosotros con ella.

lunes, 18 de julio de 2011

¿Hope?

Ojalá pudiese entender todo… entenderte o quizás simplemente entenderme a mí. Pero supongo que una vez más no puedo mantenerlo bajo control, se me escurre de entre las manos sin apenas percatarme de ello.

Y a veces… parece que estoy lejos, muy lejos, y otras sin embargo me hallo anclada en el mismo punto mientras veo como la realidad sucede a mi alrededor más rápida de lo que soy capaz de captar.

Agarraría el cielo con las manos y cortaría el tiempo en días, horas, minutos y segundos. Rompería uno a uno esos segundos que cada vez me separan más de un tiempo pasado. Un tiempo pasado del que se suele decir que es donde éramos felices. Pero yo no quiero ningún pasado, ni un futuro que se parezca a esta realidad.

Lo único que necesito saber es cuál es el tren que debo coger, que el tiempo me está consumiendo mientras sigo esperando en este banco qué camino elegir y que destino esperar. Pero aquí no, yo no pertenezco a este lugar, a este punto de mi vida, no es el mío.

Desearía cambiarlo todo. Desde el día de mi muerte hasta la última de mis pestañas. Otra dimensión quizás. Desearía viajar a ese universo paralelo donde se supone que reside lo opuesto y mis pensamientos me llevarían al cielo y no al infierno que acostumbro evocar.

Intento cerrar los ojos y buscar en la imaginación algo útil que me sirva para construirme una realidad. Esa realidad que los ojos tal vez solo pueden imaginar en la oscuridad. Y lo intento cada día y cada instante en el que no sé quién soy ni que es lo que quiero.

Debo de haberme perdido. La confusión me está haciendo perder el juicio una vez más. O quizás solo viene a recordarme que nunca lo tuve.

¿Por qué? No consigo encontrarme, entenderme. ¿Es que acaso no hay un maldito final?, ¿una estúpida luz al final del túnel?, ¿una frontera, un límite o un jodido acabose? Algo. Pero no hay nada más que rastrojos del tiempo, polvo y unos pocos recuerdos que desearía no guardar más.

¿Sabes? A mí me hubiese gustado elegir, me hubiese gustado tener la oportunidad de arriesgarlo todo teniendo nada. Me hubiese gustado darte hasta lo que no tengo. Hubiese preferido no perder nada.

Y nada es para siempre, o eso acostumbra la gente con esperanza a decir. Y yo en el fondo lo creo, porque en parte yo también soy de ese grupo de estúpidos esperanzados. Cuando no nos queda nada más.