jueves, 16 de abril de 2015

La inspiración a veces brota de una fotografía, en blanco y negro, del silencio.
He perdido la capacidad. Ya no.
He dejado de leer, he dejado de inspirarme, me he dejado. Mis tripas se han escurrido.
A dónde van las almas desgarradas de los precipicios. Y los precipicios, a dónde desembocan. El vacío de dónde viene y cuál es su expansión.

También pienso mucho en la muerte y me pregunto si estaré enferma.
Me pregunto muchas cosas, nadie responde.
Hay un fondo negro detrás, pero nunca puedo atraversarlo, las preguntas difuminadas se contorsionan con las respuestas en un vacío que cae en picado.
Al final no hay respuestas.
Ni preguntas.
 
Las almas que van al vacío siempre van llenas. Irónico. Raro.
Solo fluye, déjalo fluir, déjalo salir. Lleva demasiado tiempo escondido no te das cuenta. No, no estaba escondido, estaba dormido. Si, dormido.
Llevamos mucho tiempo durmiendo, qué pasa con las almas que duermen tanto, se duermen para siempre. No, están en coma, y en el letargo se entrelazan y viajan en el tiempo, de aquí para allá, hacia ningún lugar, en todas partes y en ningún lugar.
Y la inspiración cuando muere a dónde va.
No, la inspiración nunca se muere, se aletarga, se encoge, se enrolla en un bucle translúcido, espera volver a florecer.
Cuándo.


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