A veces las primeras líneas son más complicadas.
Estrechas, ajenas, robadas.
Las primeras y las últimas. Las imposibles.
Las líneas. El límite.
La complejidad de lo ausente, lo desolador.
A veces también, vivir es morir.
Es colarse entre los segundos apagados.
Deslizarse entre dedos de arena.
Entre minutos ahogados.
A veces.
A veces, se esconden mis deseos,
brillantes de polvo y nostalgia.
Se escabullen en mis entrañas.
Huyen. Solo como se puede
intentar salir de entre cuatro paredes.
A veces, el fuego con el que juegan
las intenciones también se apaga.
La cera que se desprende, también se seca.
Y ni polvo, ni cenizas, ni devastación.
El vacío del polvo extraño que se aleja con la respiración descompasada.
A veces, y en realidad siempre.
Siempre que no estás.
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