Querido, queridísimo corazón:
Te escribo porque me preocupas, porque hace tiempo que no sé que pensar.
Porque en todo este tiempo, has aprendido mucho, y has sido valiente, muy valiente.
Has recorrido caminos tempestuosos, sin mi.
Has aprendido a llorar en silencio y en soledad, sin mi.
Pero tú y yo sabemos que nada es para siempre, y que si consigo hacerte razonar, entonces quizás, y solo quizás, podamos entrever ese esperado final.
Te escribo más por ti que por mi, que no soy nada sin ti. Porque voy a tratar de conseguir que de alguna forma me escuches, y dejes de actuar como si yo no existiese y estuvieses tú solo en todo ésto.
Y si me permites, has de saber que todavía te queda mucho por aprender. Que has de cerrarte a la ingenuidad de tus actos y a abrirte a todo aquello que en realidad necesitas, a lo que te espera ahí fuera, porque te estás perdiendo el espectáculo de la vida. Porque está todo patas arriba, está todo completamente al revés. Pero que me vas a decir tú de orden, cuando de todos es sabido que tú te dedicas a sentir y yo a pensar.. Tú que siempre optas por guardarlo todo según llega y ni te molestas en contestarme, en escucharme o en percatarte de mi perpetuo sufrimiento.
Y mientras tanto, te observo, desde aquí arriba veo como te encojes, como te exaltas y como a veces lates con frenesí. Como te das la vuelta para que nadie te vea llorar. Como te miras al espejo, te sientas con tranquilidad y te pintas, te maquillas de felicidad.
Pero lo triste... no es que intentes engañarme a mi, que todo lo sé. Lo triste es que te engañes a ti.
Y aun así, el verdadero problema no reside en eso, sino en tu enfermedad. Que es terrible. ¿Sabes? Yo sé que los corazones como tú no se mueren de amor.
Así que date la vuelta, desmaquíllate y agárrame fuerte. Limpia tus ojos de lágrimas, y date cuenta de que tú ahora mismo me necesitas a mi, despréndete de todos esos viejos muebles que se agolpan dentro de ti y que tantas pesadillas te regalan.
Vacíate.
Y sé tú.
Otra vez.
PD: Estaré esperando con paciencia, como es habitual, tu regreso.
Tuya, y siempre tuya.
La razón.