Los ojos más brillantes que habré visto jamás. Escribiría poesía sobre ellos sino fuera porque ellos la inventaron.
Habría acabado con tantos pergaminos emborronados de tinta como me hubieran permitido los poros de tu piel. Y habría soñado con haberlos seguido con la punta de mis dedos hasta haber creído que tocaba las mismas estrellas que acunan a la luna cada noche.
Llené la pluma de tinta, que ojalá hubiera sido infinita. Porque no hay tinta suficiente en la tierra que la abasteciese si de ella dependieran mis pensamientos para describirte. Mis dedos, posados en las caderas de la estilográfica, eran pura poesía en movimiento.
Los días se me llenaban de lunas que entonces no eran más que días de noche y noches de negror espeso.
Eres la poesía cantándole al viento.
Eres justo lo que jamás tendrá definición.
Y en tu definición mismamente habré de perderme tantas veces...